A continuación publicamos para ustedes una interesante entrevista realizada por el periodista Manuel Zozaya al doctor José Antonio Izazola, de la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud).
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Por: Manuel Zozaya, Comunicador
Los epidemiólogos y los antropólogos hablan de “grupos vulnerables” para referirse a los grupos de la población más afectados por la pandemia del SIDA. Uno de esos grupos, es el de los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, se identifiquen o no como homosexuales, bisexuales o gays. Sobre este tema entrevistamos al doctor José Antonio lzazola, de la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud) quien ha realizado y publicado diversos estudios e investigaciones al respecto.
¿Cómo opera la vulnerabilidad de muchos homosexuales en la exposición al riesgo de infección?
Algunas condicionantes de la vulnerabilidad tienen que ver con el entorno social. En el caso de los homosexuales, existe una condicionante social que no permite o no favorece las relaciones amorosas duraderas entre dos hombres. Esto hace que la necesidad de recambio de la pareja sexual sea alta. Si a lo anterior le agregamos la condición de marginalidad que hace que el sexo entre hombres sea anónimo o clandestino, donde el centro de la sexualidad es el intercambio sexual múltiple, lo más rápido y escondido posible, el cuidado de la responsabilidad, todo lo que envuelve una relación íntima en otras circunstancias, no se da. De esta manera, confluyen diversos factores que hacen que el conjunto de hombres que tienen relaciones sexuales con hombres tenga la más alta probabilidad de adquirir una enfermedad de transmisión sexual, incluído el VIH.
Sin embargo, se dice que la epidemia en nuestro país se está heterosexualizando.
Hay una mala interpretació n de lo que está sucediendo, un análisis equivocado de los datos. No quiero negar que existe un incremento en la transmisión heterosexual, pero creo que, por otras razones, se ha exagerado. Se afirma que la mayor tasa de crecimiento de infecciones se da en mujeres y adolescentes. Lo que pasa es que esa tasa es mucho más alta cuando se pasa de un caso a tres --pues hay un incremento de 300 por ciento--, que cuando se pasa de mil a 1,200 casos, con un aumento de sólo 20 por ciento.
Además, hay otro componente importante, lo que llamo homofobia en la toma de decisiones. Los datos están ahí, pero ¿por qué se niega de manera selectiva que la epidemia en hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres sigue aportando el mayor número de casos absolutos? La homofobia, pura, plana, abierta, está contenida en la justificación de que hay que combatir al sida porque puede afectar a mujeres, “niños inocentes” y heterosexuales; el hacer prevención de sida “tiene que valer la pena”; es decir, en una población que no esté rechazada socialmente.
¿Qué otros factores han impedido poner en práctica las técnicas preventivas en esa población?
la falta de cohesión comunitaria entre los gays o los hombres que tienen sexo con otros hombres ha dificultado mucho la labor preventiva. Los cambios sostenidos de comportamiento provienen menos de la información que de los cambios de actitud y de valores. Pero no es el médico con su bata blanca, ni el sacerdote con su sotana negra, ni otros agentes externos a la comunidad quienes hacen ese cambio sostenido, sino los propios miembros de esa comunidad: yo a mis amigos les enseño por qué hay que protegerse, y mis amigos me creen, porque saben que somos parecidos, nos tenemos afecto y confianza, entonces se crea un valor y ese valor se transmite, entonces puede haber un cambio sostenido de comportamiento.
Ha habido muchos intentos de hacer campañas informativas, pero nos ha faltado incidir en el cambio de conductas. El dar a conocer que el condón sirve, es útil, pero insuficiente. Hay que educar, pero ¿cómo educar cuando no existe una base comunitaria? Y ahí es cuando el concepto de vulnerabilidad juega un papel. Si no hay una comunidad que brinde apoyo, ¿cómo podemos pensar que se puedan modificar sostenidamente algunos comportamientos? Pero no todo esta perdido. A falta de una comunidad, existen pequeños grupos que pueden cumplir los mismos factores de cohesión grupal que tiene una comunidad, probablemente en forma atomizada lo cual lo hace más complicado pero no imposible. De ahí la importancia del trabajo de los grupos no gubernamentales de base comunitaria. Hay toda una estrategia de mercadotecnia que se puede utilizar para facilitar esa labor, ya que no existe otra red de formación de valores.
Por otro lado, es necesario decir públicamente que el sida sigue creciendo en la población de hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres; hay que decirlo así fuertemente, evitar mentiras de que la epidemia se está ruralizando, que son los adolescentes o las mujeres los grupos de mayor riesgo. La campañas que estan enfocadas a los padres y las madres con hijos adolescentes, y bueno aquí hay otra falacia porque más de la mitad de los hombres que se infectan por vía sexual antes de los 19 años es a través de relaciones con otros hombres. Estos adolescentes son los más vulnerables porque están muy aislados por una cultura que trata de hacer que piensen como heterosexuales cuando ellos sienten atracción por personas de su mismo género y no lo pueden expresar libremente. Si estos adolescentes no ‘pueden hablar con sus padres de su orientación sexual, ¿podrán hablar del uso del condón?
¿Cuál sería la labor del Estado al respecto?
Dos cosas: uno, el Estado debería promover un ambiente adecuado para que la marginalidad y la vulnerabilidad de esa población disminuya. Aprobar leyes que disminuyan la discriminación por orientación sexual ayuda. Promover que haya centros culturales de esparcimiento y de reunión gay, en lugar de cerrarlos. Sería mucho más útil invertir en el fomento de lugares de encuentro comunitario, en donde los adolescentes puedan hablar con sus amigos de lo que está pasando. Dos, el gobierno debe financiar y supervisar el trabajo preventivo, evaluar su impacto, pero la acción preventiva debe subcontratarla a grupos de base comunitaria y con formación profesional.
Quiero señalar que no es cuestión de dinero, sino eficiencia. Las campañas de prevención oficiales están dirigidas a los padres y madres de familia, y no a quienes realmente se están infectando. Decir que las amas de casa son un grupo de riesgo no ayuda, hay que ser mucho más fino en el diagnóstico; determinar exactamente quiénes y por qué se están infectando y prevenir ahí, donde es prioritario.