(Azul+ / Johan León Reyes) Hay muchas razones por las que una persona puede sufrir pérdida del apetito en algún momento de su vida. Existen motivos muy circunstanciales que podrían llevarnos a disminuir el consumo de alimentos de uno a tres días, sin embargo, cuando la pérdida del apetito se extiende por un período superior a éste, podría tratarse de una situación delicada relacionada con estrés, depresión, cansancio, consumo de tabaco, drogas, de alcohol, cansancio de determinados alimentos, fatiga o hasta cambios climáticos.
Algunos
medicamentos antirretrovirales (ARV) utilizados para el tratamiento de las
personas que viven con VIH/Sida (PVV), pueden producir este efecto, por lo que
es recomendable, en el momento de retirar el fármaco, obtener también el
folleto informativo que explica los efectos secundarios.
En un trabajo
publicado por Janelle L´Heureux y traducido por Mónica Leibovich-Adrabi para la
revista Impacto Transnacional de Los Ángeles, se menciona que el aumento de la
carga viral, los niveles bajos de testosterona, hipotiroidismo, así como los
niveles no adecuados de vitaminas y minerales podrían también ser los causantes
de este padecimiento. El trabajo explica: “Un período prolongado de pérdida de
apetito puede afectar la capacidad del cuerpo de realizar sus funciones
vitales. Los tejidos corporales necesitan alimentos para conservarse saludables
y realizar sus funciones”.
En muchos casos,
la pérdida del apetito va acompañada de las náuseas, lo que complica más el
cuadro y el organismo se ve menos estimulado a consumir alimentos. En estos
casos, y para disminuir el efecto de la náusea es recomendable comer pequeñas
porciones de alimentos frecuentemente, (no llenarse ni saturarse) sin saltear
comidas ni tampoco pasar hambre. De igual modo es importante no comer alimentos
demasiado dulces, grasos, calientes o picantes, tampoco con aromas muy fuertes;
preparar las comidas en un espacio abierto o con ventilación ayuda a evitar las
náuseas que podría producir la concentración de los olores de los ingredientes.
Algunos datos
que podrían darnos una idea sobre qué
originó nuestra falta de apetito son los siguientes: En primer lugar determinar
cuándo se comenzó a sentir la disminución de apetito y qué estaba ocurriendo en
nuestra vida en ese momento, es determinante tener claro si se iniciaba
entonces alguna nueva medicación o si se estaba tomando algún remedio o hierba.
El consumo en exceso de bebidas azucaradas (como refrescos, té frío, jugos
dulces, café o suplementos) pueden también estar encubriendo o enmascarando
nuestro apetito. La fiebre o la sensación de que la comida sabe y huele diferente pueden también aportarnos
datos sobre las causas de esta disminución.
Cuando se está
bajo un tratamiento ARV, se debe mantener una relación de comunicación efectiva
con el médico tratante y consultar a este (a) profesional cualquier cambio en
la dieta que se pretenda hacer.
Lo importante es
que nuestro organismo reciba la cantidad adecuada de proteínas, carbohidratos,
grasas, vitaminas y minerales en comunión con la adherencia a los medicamentos
ARV.
Ideas para mejorar el apetito
Coma algo en el
desayuno; no salga de su casa sin, por lo menos, un refrigerio, realice
caminatas o ejercicios moderados para mejorar el apetito y coma en porciones
pequeñas cada dos o cuatro horas. Lleve consigo algún tipo de reloj o alarma
que le recuerde comer y, cuando lo haga,
procure relajarse y sentarse en un sitio agradable. Evite consumir en
exceso bebidas azucaradas, y saturarse de líquido durante las comidas pues
podría tener la sensación de llenura y no contar con los nutrientes que se
necesitan para el correcto funcionamiento del organismo.
Los alimentos
calientes podrían producir olores fuertes, por lo que se recomienda, mientras
llegamos a balancear nuestro apetito, comer alimentos tibios o fríos. Si los
problemas de alimentación tienen su origen en alguna molestia bucal o para
tragar se pueden consumir suplementos líquidos, batidos de frutas o yogurt. Cuando se sienta mejor puede preparar otras
porciones de comida y refrigerarlas para consumirlas posteriormente, pues un
cuadro de depresión, estrés o náuseas puede impedirle, más tarde, preparar sus
alimentos.
El consumo de
complementos multivitamínicos bajo la supervisión médica puede también estimular el apetito,
además de nutrir nuestro organismo en las carencias que este padecimiento ha
podido traer como consecuencia. Es recomendable consumir estas vitaminas junto
con algún alimento para evitar malestares estomacales.
Vitaminas para tu cuerpo
Toda persona
necesita hallar el equilibrio nutricional a través de las vitaminas, más aún
cuando el sistema inmunológico es afectado por el VIH. Especialistas del Centro
de Control de Enfermedades (CDC, sus siglas en inglés) de los Estados Unidos,
han determinado que la falta de nutrición es un criterio clave para desarrollar
el Sida.
Según el CDC, se
observan niveles “anormalmente bajos” de vitamina C en las personas que viven
con VIH, por lo que es necesario complementarla, por ejemplo, con naranja, limón, guayaba, brócoli, fresas,
toronja y pimentón. La vitamina B6, también deficiente en las PVVs, puede
ayudarse con levadura de cerveza, salvado de trigo, germen de trigo, leche,
huevos y carne. La vitamina B6 está íntimamente vinculada con el sistema
inmunitario.
El ácido fólico
es necesario para la síntesis del ADN y la división celular; en este caso, las
hojas verdes son fuente importante para este nutriente. La vitamina A ejerce un
importante papel sobre el sistema inmunológico, su deficiencia produce
reducción del timo y favorece la unión de las bacterias a las células del
epitelio respiratorio. Esta vitamina suele reducirse en las PVVs y se
encuentra en vegetales verdes y amarillos, aceite de hígado de bacalao,
zanahorias, leche, mantequilla y huevos.
La vitamina E
puede funcionar como inmunoestimulante y antioxidante de las membranas
celulares; el aceite de germen de trigo es una importante fuente para esta
vitamina, también puede consumirse a través de
capsulas con el debido control sanitario y la supervisión médica.
Nuestro cuerpo
requiere los nutrientes necesarios para ejecutar sus funciones, debemos
mantener una alimentación balanceada y estar atentos a alguna disminución
anormal del apetito. En el caso de observarse, se deben determinar las causas,
consultar al médico especialista y trabajar en función de eso.
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